Con esos requerimientos, poco usuales hoy día, es normal que desde primera hora asumiéramos un nivel de exigencia superior, o cuanto menos equivalente. No sería la única razón por la cuál teníamos claro donde queremos llevar el listón, sino por afición, orgullo, vergüenza y ganas de achuchar. Con esos fundamentos claros, y la conciencia de que era nuestro primer año, nos tiramos a la mar (o al monte, que parece más propio). Perros, muchos y cazando, pero cazando, no espantando, el tipo ya llegará.
Un líder, Angelillo, absoluto en el monte y consensuado en la perrera. En el monte cazando, insisto, cazando. En la perrera con la suficiente responsabilidad, afición y conocimiento como para cuidar de nuestra rehala, la de Cristina y mía, como si fuese suya, asimismo coherente con el cuidado de nuestra furgoneta, la de Cristina y mía, que es su medio de transporte, y el de los perros. Humilde, exigente y trabajador, conocedor de la profesión y de su rol.
Los defectos y las posibles virtudes, que como monteros y dueños de rehala podamos tener Cristina y yo, quedan para los que nos conocen o nos han dado la oportunidad de conocernos la pasada temporada. No es el propósito de este post pregonar nuestras faltas, ni mucho menos aclamar nuestras virtudes, simplemente presentar a los que no conozcáis nuestra filosofía. Nuestro propósito, sencillo, una rehala que cace (del verbo cazar, no espantar), haga disfrutar a los monteros y engrandezca nuestra montería, y por parte de Cristina y mía, educación, afición y saber estar en el puesto.
Lejos de querer hacer de nuestra rehala una ganadería de reses bravas, si hemos visto oportuno y, porque no decirlo, bonito, caracterizarla. Señal, hierro y divisa, como singularidades para diferenciar nuestra rehala. Siempre, desde muy pequeño, me ha gustado fijarme en los perros que me cazan y si sus faenas lo merecen, poder, gracias a su divisa, hierro o tipo, acercarme a su propietario en la merienda e intercambiar pareceres de lo visto desde mi puesto, o incluso relatarle algún lance, si ha sido el caso, protagonizado por ellos. Si desconozco el propietario, al menos tener los medios suficientes como para poder preguntar de quien son los perros con tal color de los collares, cual hierro en el costillar o en la furgoneta, incluso tal tipo de perros. Créanme, el comentario más insignificante hacía un dueño de rehala acerca de sus perros al finalizar la jornada, tiene, al menos para mi, más valor que las reses que haya podido cobrar ese día.
Yendo por partes, empezare por lo que en el bravo se llama la señal, en este caso de un perro de rehala, quizás sea más apropiado hablar de tipo, aunque señal como tal, para mi, los nuestros, la llevan. Para no entrar en polémicas y en detalles hablaré del tipo de nuestros perros. Se tratan principalmente de podencos de talla grande, podencos que si tuviera que caracterizarlos con un adjetivo, este sería embastecidos. Fuertes, de pechos fornidos y de recios aplomos. Aspecto serio. Su andar en el monte y el aspecto de su jopo cazando, en mi opinión los singulariza. Además, lo complementan un incuestionable rejú de perros variopintos, que si son parte de nuestra rehala es por una sola razón; cazan.
El color de la divisa, es decir, el color de los collares: negro, y un solo collar. Si, negro, poco vistoso pero elegido a conciencia. Diferenciador por lo poco frecuente de su uso y serio dentro del despropósito que se ha convertido esto de los collares de los perros de rehala. Con cencerrilla si, nos gusta esa alegría en el monte a pesar de lo mucho que han hablado "eruditos de la materia" acerca del colosal perjuicio que provoca mermando los sentidos del perro para cazar.
Por último el hierro, un hierro nuevo diseñado para este fin y que únicamente esta presente engalanando tres de las puertas de nuestra furgoneta. No fue sencillo decidirse, y mucho me costó conseguir el visto bueno de las partes implicadas, pero finalmente cuajó. Nuestro hierro es composición de las heráldicas de Cristina y mía, combinando ambas acerté a dar con él una tarde de inspiración y aburrimiento. Como he detallado, exclusivamente lo lleva nuestra furgoneta, nuestros perros no lo llevan en sus costillares, personalmente no me gusta tatuar los perros pero respeto quien lo hace.
Y así, de esta manera resumida, detalló nuestras señas de identidad, quizás muchas de ellas muy superficiales pero en conjunto, la puesta en escena para nuestra primera campaña como dueños de rehala. De este modo os facilito el que nos reconozcáis a propietarios: Cristina y yo, perrero, Angelillo, y perros, y si llegado el caso nos encontramos, Dios lo quiera en la sierra, no receléis en acercaros y presentaros, y si os apetece hablar de perros, ni lo dudéis, es más, os agradeceremos que nos abordéis y lo hagáis.